Conforme uno se desplaza cada vez mas lejos, y, por sobre todo, en ambientes que no son propicios para la especie humana, hay que tomar recaudos por cualquier eventualidad.
Y precisamente, este posteo fue creado... para prevenir eventualidades con la novia/pareja de turno.
Los antepasados inmediatos del homo sapiens sapiens, andaban, probablemente, colgados de los árboles.
Recién cuando bajaron a tierra, comenzaron a caminar, a usar herramientas, a socializar de una forma distinta a la que lo hacían desde que andaban saltando de copa en copa de los árboles buscando frutas para el almuerzo, o un enramado frondoso para dormir potentes siestas.
Una vez en tierra, las cosas se complicaron.
Ya no existía la protección de los árboles, se estaba a merced de cualquier animalejo que anduviera en ayunas, con ganas de almorzarse un humano con fritas, o delectarse con supremas de homínido a la hora del desayuno.
Eso lo obligó al humano primigenio, a aguzar sus capacidades cinegéticas, así como su necesidad imperiosa de poder rajar corriendo de donde sea, con tal de no ser devorado/digerido por el animalejo de turno.
Según los genetistas y también, los antropólogos, los humanos con mayor carga en la diversidad de sus genes, son los bosquimanos del Kalahari.
Se presupone que una vez que dominaron el oficio de la caza con armas arrojadizas (lanzas, arcos y flechas, hondas y otros elementos de alta tecnología para la época, comenzaron a deambular por las costas de África, desparramándose por el Mediterráneo, cubriendo Europa y, posteriormente, seguir avanzando hacia Cercano Oriente y acto seguido, hacia Asia.
El análisis del ADN mitocondrial (es el que aporta la madre de cada humano), permitió saber que todos conservamos parte de la dotación genética que todavía, precisamente, los residentes nativos del Kalahari tienen en mayor grado, expresado.
Por último, y ya con mayor experiencia en materia de viajes y turismo, cruzaron el estrecho de Bering, cuya profundidad promedio al ser de 50 metros, al congelarse les brindó un adecuado camino para llegar al, en aquel entonces, Nuevo Mundo.
Utilizaron la misma técnica de turismo cavernícola: caminar por las playas, sitio en donde había abundancia de presas, lugares para protegerse de los depredadores, agua dulce bastante frecuentemente accesible... y en unas cuantas generaciones llegaron hasta Tierra del Fuego, al sur de la Patagonia Austral.
Periplo que sin dudas llevó su tiempo, tuvo sus contratiempos, pero que le enseñó al humano a sobrevivir con lo puesto y manejándose caminando.
La historieta cambió, cuando ese terrestre ser, comenzó a navegar por aguas, primero, cerradas, y después, aguas abiertas.
La seguridad de tierra firme se trastocó violentamente, habida cuenta que el agua es un medio al que el humano, naturalmente y sin tecnología, no está adaptado para sobrevivir mucho tiempo.
Dicho en un lenguaje mas prosaico, al homo sapiens lo diseñaron para caminar, no para hacer navegación sobre el agua... o sobre otros fluidos o también, en ámbitos sin fluidos, léase, el espacio exterior.
Cuanto mas compleja es la navegación (desde salir en un sencillo tronco ahuecado con fuego, hasta embarcarse en un vuelo con destino a Selene), la preocupación del humano fue la de ir a esos destinos, llegar en una pieza... y tratar de volver, de preferencia, vivos.
Eso llevó a que se fueran, de a poco, extremando los recaudos de seguridad para quien se embarca arriba de un navío, una aeronave, un submarino o un vector como el transbordador espacial.
Caminando las cosas se hacen fáciles.
Si uno se cansó, se pone entre los árboles, y se echa un sueñito.
Pero si está volando una nave espacial, si no dispone de una robusta apoyatura desde Tierra, las cosas se le van a hacer bastante difíciles.
En algo a lo que el humano está acostumbrado a subir, es a los vehículos automotores. Dejando de lado al noble caballo, hoy día, el desplazamiento se efectúa en general, sobre ruedas.
Y dependiendo del destino, se llevan mas o menos dispositivos de seguridad.
Rueda de auxilio, cinturón de seguridad, chaleco reflectivo, extinguidor de incendios, herramientas mínimas para el vehículo... todo eso va conformando el «menaje» de seguridad de un vehículo.
Capítulo aparte, son las embarcaciones acuáticas.
Y de ahí viene el título de este posteo, referido, precisamente, a la «lista de elementos de seguridad obligatorios» para tener a bordo.
Cada país tiene su propia lista, aunque por sentido común, para navegación de altura, se suele llevar una impresionante -y también, bastante onerosa- lista de elementos de seguridad.
Chalecos salvavidas, extinguidores de incendio, «rosca» salvavidas, bengalas pirotécnicas, sonda de profundidad, radiotransmisor, material cartográfico en papel y también, ya, electrónico, radiobaliza para emergencias, receptor de GPS, remos, botes salvavidas... la lista es extensa, y por eso se llama «Lista de Elementos de Seguridad».
En el argot náutico, al menos, en Argentina, se la llama a esa lista, cuyo certificado tiene distintos impresos holográficos para evitar su falsificación con el nombre de «los Elementos».
Y esa lista, actualizada y con fecha de vencimiento, debe presentarse cada vez que se decide hacer una navegación a cualquier parte, de ser requerida por las autoridades pertinentes.
Los «Elementos» suelen ser materia de incordio entre muchos nautas.
Porque tenerlos al día, es algo bastante costoso, las bengalas de mano tienen un asombroso y muy corto vencimiento, los matafuegos requieren ser enviados a revisar una vez por año, presentando certificación correspondiente, los chalecos salvavidas deben ser del tipo aprobado/homologado por la autoridad pertinente, lo mismo que la balsa salvavidas, las raciones de emergencia, todo tiene vencimiento... y sigue la lista, el desembolso suele ser considerable, sobre todo, para mantenerla actualizada por si a uno, en la mitad de un viaje, Prefectura Naval le pide el certificado de los «Elementos» y además, hacen una inspección visual dentro de la embarcación para que, precisamente, tales elementos de seguridad estén a bordo tal como dice la declaración impresa.
Menudo quilombo se le arma al nauta de descubrírsele, por ejemplo, que las bengalas están vencidas, y que falta el matafuegos reglamentario.
Eso, en caso de navegación costera.
Ya en navegación oceánica, la lista se multiplica y los costos de adquisición de los diferentes «Elementos» que son solicitados, suelen ser bastante elevados, hablar de un sextante para poder saber la posición en el océano tangenteando el Sol y luego aplicando fórmulas matemáticas, significa desembolsar una cantidad surtida de dineros, ni que mencionar el precio de un aparato de radar, o de una radio para hablar a distantes locaciones... es algo espeluznante.
Pero mas espeluznante es salir a navegar sin todo eso.
Porque en caso de problemas a bordo, por ejemplo, por alguna rotura del mástil, o dificultades en el timón, motores que se retoban y velas que se rompen, tener de todo para reparar, suele ser la mejor opción.
En un auto, se detiene a la vera del camino, llama por teléfono y el auxilio, con un poco de suerte, no tarda en venir.
En la mitad del océano, no hay empresas de remolques que vayan, y menos, si las cosas se complican rápidamente, por ejemplo, con inclemencias meteorólogicas.
Al mar le importa un pimiento quienes navegan sobre o bajo él... si no están bien equipados, de mediar alguna contingencia, la embarcación se va a pique y de no contar con los adecuados «Elementos» de seguridad a bordo, factiblemente, se le termine haciendo compañía al velero en su rapidísimo camino hacia las profundidades.
De ahí que las autoridades marítimas, en sus inspecciones sorpresa en cualquier embarcación que cruce cerca de ellas, revisan concienzudamente que tengan todo lo que la legislación suelen exigir.
Además, sentido común, hay que llevar de todo, porque tal como se mencionaba mas arriba, de faltar una sencilla herramienta que puede servir para ajustar un tornillo, significa, muchas veces, problemas mayúsculos.
De ahí la importancia de la previsión y de tener al día el certificado de los «Elementos» de seguridad, tal como reza el título de este posteo.
Ahora, ¿qué joraca tiene que ver una bengala, un chaleco salvavidas, una caja de herramientas, un espejo de señales o el RIPA impreso (Reglamento Internacional Para la Prevención de Abordajes, léase, choques con otra embarcación) con una novia o sucedáneo razonable?
Mucho.
Porque un colectivo significativo de masculinos se largan a noviar con quien sea... sin evaluar los potenciales riesgos que puede tener esa relación.
No quiere decir eso que cada vez que se invite a la novia de turno al cine, hay que llevar puesto el chaleco salvavidas anaranjado, porque sería bastante incómodo para sentarse en una butaca, además de bastante ridículo.
Pero sí, hay que tener una lista de «elementos de seguridad» inherentes a lo que una fémina puede (o por omisión, no puede) hacer.
La lista de «Elementos» con una mujer, puede ser muy larga... sobre todo, cuando se sabe de antemano que la fémina puede perfectamente, querer abandonar la embarcación, digo, la relación de pareja, en el momento menos pensado.
Nadie tiene en mente desde el momento en el que planifica esa cuidadosa táctica de levante para que esa escurridiza fémina que se termina trasformando en novia/pareja, que todo se puede ir al recarajo de un instante a otro.
Como cuando se navega por cualquier parte.
Un motor que se retoba para arrancar, una novia que de pronto, «pide un tiempo para repensar la relación», una vela mayor que se rasga (se le dice «rifadura») o una novia que se raja con ese ex-novio que siempre le envía mensajes al celulitis antes de irse a dormir, una brújula que falla y una mujer que pierde su Norte para encontrarse con el gerente de su oficina con fines no muy decentes y mas bien, revolcatorios, suelen constituir verdaderos dolores de cabeza para quien no está preparado para tales menesteres.
Embarcado, lo menos que uno quiere es que el barco, naufrague. Y para eso se toman las medidas pertinentes.
En cambio, pocos evalúan el riesgo letal que constituye el cerebro de una mujer que no sabe lo que quiere, pero que lo quiere ahora... y que pretende que todo se haga como ella espera que sea mas conveniente para sus intereses.
Léase, «andar sin rumbo fijo».
Un peligro por donde se lo mire.
Habida cuenta que andando sin un rumbo prefijado, se puede uno estrolar contra un obstáculo semisumergido, o por no prestar atención, colisionar contra un contenedor flotando semisumergido, haciendo un agujero (rumbo) en el casco, con las catastróficas consecuencias que el agua ingresando a raudales dentro de una embarcación suelen ocasionar.
Una fémina que anda sin rumbo fijo dentro de la pareja, exigiendo sin saber lo que quiere, suele transformarse, como mencioné mas arriba, en alguien letal.
Por eso, hay que tener listo siempre los «Elementos», para evitar problemas que pueden transformarse en mayores.
En el momento en el que se evalúa que la fémina anda pelotudeando con ese ex-novio, con ese compañerito de trabajo, o ya, con mayor riesgo, degustándole la entrepierna a ese influyente gerente, pasando, dentro de otras opciones, a bajarle la caña repetidas veces al profesor de yoga o a ese vecino de barrio cerrado quien gentilmente se ofrecio a cortar el césped del frente de su casa, es cuando hay que activar todos los protocolos de seguridad, y echar mano a los «Elementos».
Significancia que tiene lo suyo, habida cuenta que una mujer perfectamente sabe lo que está haciendo a la hora de cornear; ellas son muy precisas y no cornean por deporte porque tenían ganas, sino que lo hacen para ver si logran fidelizar a ese nuevo masculino.
Mas allá que sea totalmente reprobable una infidelidad sea quien sea el/la que la cometa, tener a mano el chaleco salvavidas y la radiobaliza de emergencias, para saltar dentro del bote salvavidas autoinflable, es algo recomendable en una relación a la que de un minuto a otro, el clima puede transformar en insoportable... las infidelidades se planean con tiempo, concretamente, en el género femenino.
El hombre es mas espontáneo. Le dio una gana de echarse un polvito con esa antigua amiga, la encara y listo. Después se dice a sí mismo "-... aquí no ha pasado nada" y la vida sigue (aunque sea una actitud totalmente reprobable).
La mujer, planifica con cuidado sus corneadas.
Como son ellas, les cuesta muchísimo manifestar lo que sienten, pero no les cuesta nada expresar lo que no sienten.
De ahí que suelen lanzarle en la caripela, casi, de su pareja, frases hirientes características de cuando lo están corneando, simplemente, para lavar sus propias culpas echándole a él, toda la responsabilidad...¡por algo que ni siquiera hizo!
A veces, Sres., navegar en solitario tiene sus beneficios.
Requiere, al menos, de ayudas electrónicas o mecánicas para hacerlo (timón automático electrónico o timón de viento, mecánico.
También requiere de mas tiempo, de ser mucho mas cuidadoso en el desarrollo de la navegación, y los errores que se cometen, no se pueden reparar con facilidad.
Con el género femenino, hay que estar siempre alerta. No porque vayan a cornear con seguridad, sino porque es una posibilidad siempre existente, habida cuenta que van a intentar encontrar el mejor reproductor posible aunado con las mas eficaces condiciones de proveedor de seguridad y recursos financieros y alimentarios.
Los «Elementos» tienen que estar siempre al día, actualizados y en buenas condiciones cuando se navega.
Y con una fémina, que oficia como pareja, la situación es mas o menos la misma.
Porque en caso de descontrol por parte del clima, o por parte de la fémina (son tan variables uno como la otra) hay que tener todo listo para lo peor.
No porque vaya a suceder, sino porque si sucede, no hay que ser tomado por sorpresa.
Continúa en el próximo posteo.