Aquí la diferencia substantiva es que el hombre tiene principios que suele respetar.
Y la mujer, no respeta nada.
Miente, engaña, es infiel cuando le viene la gana, y si se le dice algo, comienza con argumentos de violencia de género que nadie se va a animar a rebatirle.
Por eso, los hombres suelen tragarse -por un tiempo- el orgullo y aguantan todos los caprichitos de la fémina de turno.
Hasta que se hartan de tanta estulticia, y la ponen en su sitio.
También hay que tener en cuenta, que la labor de conseguir pareja es compleja, costosa, tiene sus dificultades, para el hombre; ellas en cambio, con suerte, aportan la cachufleta a la que están adheridas.
¿Motivos?
Simple.
Se creen próximas a la divinidad, y como tales, deberían ser tratadas.
De ahí que al sufrido masculino que en los inicios de la relación, le aguanta todo, comienza ella a hacerle la vida miserable con tal de obtener beneficios que, por su propio pecunio y esfuerzo, jamás obtendría.
Hay mucha mujer caprichosa dando vueltas.
Antaño se les enseñaba a ser mas condescendientes con su pareja. Ahora, aprenden de la peor forma: solo yo, y nada mas que yo.
Un ejemplo bastante lamentable.
En el laboratorio de fertilidad en el que trabajo como consultor, hay una miríada de ginecólgas que vienen de distintas universidades privadas.
Sí, de esas en las que en Argentina, suele ser mas fácil obtener el título que cuando se estudia en una universidad estatal, en la que no hay dinero que valga a la hora de aprobar un examen.
Estas doctorcitas, una mas atractiva que la otra, cobran en ese instituto de fertilidad, un salario bastante magro. Siempre fue ese el procedimiento, se están formando y cobran lo que por convenio se ajustó, ni de mas, ni de menos.
El punto es que como son mujeres atractivas, automáticamente, tienen gustos caros.
Y eso tiene mucho que ver a la hora de vestirse, calzarse y gastar en sus personas para verse atractivas y deseables para con los hombres.
Resulta espeluznante hacer cuentas de lo que cuesta para una mina, mostrarse atractiva y competitiva frente a sus congéneres femeninas.
Esos magros salarios que cobran, desaparecen literalmente en los primeros cinco días post-cobro, después de seguir «renovando» por otro mes el guardarropas.
¿Quién sale a cubrir sus gastos y pago de servicios?
Pues... los padres de las mismas.
Quienes suelen tener un poder adquisitivo bastan elevado, y que además, se babean por sus hijitas.
En suma. Tienen una extensión de la tarjeta de crédito del padre, gastan a manos llenas y los respectivos progenitores se dedican a pagar puntualmente todos los gastos de la cándida niña.
Y si por algún motivo no tienen un padre de esas características... buenos son los novios que sí cumplimentan esos gastos que ellas tienen.
He llegado a escuchar con espanto, a la hora de comer, decir "-... mi novio se atrasó en pagarme la tarjeta", minutos antes de salir ella de compras en alucinantes negocios de indumentaria femenina.
Pero no siempre les sale bien.
Una, quien tenía al novio agarrado de la entrepierna con el tema de sus onerosos gastos, recibió un duro revés: el tipo se negó a seguir pagándole nada, exigiéndole que bajara a la tierra y que fuera mas circunspecta a la hora de los gastos innecesarios.
Para qué. Las barbaridades que ella refirió que le dijo, son memorables.
Y aún así, el tipo no cedió. Y ella automáticamente, lo dejó.
Como no era ni una doncella ni una princesa, sino simplemente una mina que tenía por costumbre aprovecharse de cuanto hombre tuviera cerca, creyó que iba a conseguir rápidamente reemplazo.
Y lo obtuvo: un biólogo veterano, que laboraba en otra institución, quien por un tiempito le pagó sus gastos... hasta que la cambió por otra mas joven y menos yeguariza. Eso, por referencia del mismo biólogo que me lo comentó tiempo atrás.
En suma, Sres., las minas suelen maltratar a los hombres simplemente, por propio beneficio.
Cuando se dan cuenta que la canilla de recursos se les va a agotando, y que tienen que bajar a la tierra y ser mas conscientes que tienen que gastar menos, y ponerse a la altura de la situación y ofertar a su pareja, de manera recíproca, los mismos afectos que reciben... se mandan a mudar con otro.
Eso, si pueden conseguir reemplazo.
Por tal motivo, suelen querer imponerse de forma bastante violenta e incluso, maleducada, tratando de sojuzgar al masculino de turno.
Una vez, una antigua novia me decía que la inmensa mayoría de las mujeres, son como animalitos domésticos.
Que reciben afecto, comida y protección, y a cambio, son atractivas y pueden quedar embarazadas.
Práctica la rubia.
Según ella, hay que aprovechar el tiempo que les dura la belleza física para quedar gestantes y conseguir un tipo... porque después, viene el vencimiento y no las quieren tocar siquiera con un palo esterilizado.
Además, creo yo, hay muchas mujeres que traen un cierto -y maligno- componente de dominación, porque saben que si no proceden así, los tipos se buscan otras minas.
Después... se quejan que se quedan solas.
Con el género femenino la competencia es desigual.
Si las ponés exactamente en el sitio en el que merecen estar, tildan al masculino de machista, de misógino, de violencia de género, de considerar a las mujeres como un objeto.
Si no se las ubica en el sitio preciso al que merecen pertenecer, se suben a la cabeza del hombre, exigiéndole de todo "-... porque soy mujer y porque yo lo valgo".
Y ni que hablar si fueron preñadas o tienen un hijo.
Peor todavía.
Pareciera que el proceso fisiológico de la gestación les valida a exigir de todo.
Allá ellas.
Sigo convencido que el proceso de la obtención de dignidad y autoestima, por parte de un hombre, es algo gradual, que se desarrolla en el tiempo.
Muchas mujeres van a pugnar para que sus hijos varones sean «hombres sensibles» y no cavernícolas modernos, porque saben que contra un cavernícola, no hay negociación posible cuando se ponen a exigir "-... porque yo lo valgo".
Muchos de los miembros de este Foro de Ayuda, provienen de hogares monoparentales, en donde las madres, cargadas de inquina y odio para con cualquier hombre, entrenan a sus hijas para ser yeguarizas de la peor laya... y a los hijos, para ser personas dóciles al género femenino.
Imagínense el choque cultural que se produce cuando un veinteañero, entrenado para ser una persona dócil, se encuentra con otra veinteañera, hiperentrenada para ser una yeguariza de décima categoría. Y que va a pretender que todos los hombres hagan lo que ella quiera.
Igual, tales procederes no les duran mucho a las mujeres.
Cuando se dan cuenta que sus ingresos son exiguos, y que con lo que ganan por mes, no les alcanza para renovar siquiera fracción del guardarropa... ahí se buscan tipos mas pudientes tratando de convencerlos que ellas son las mejores adquisiciones que el masculino puede tener.
Una vez que lo engancharon, rápidamente, preñeces (tiene que ver con la obtención de una cuota alimentaria y de sustento) y después, también rápidamente, descartarlo para conseguir otro.
Son así. Les gusta dominar a los tipos, para ellas, lo importante es que el hombre se enamore, y ellas no necesitan enamorarse de nadie.
Así les va.
Son, como este humilde escriba puede certificar, una parte muy numerosa del colectivo femenino que se queja que los hombres ya no les dan pelota... pero si pueden, los maltratan a destajo.
Aprovechándose que se las quiere y respeta.
Cuando ellas no respetan nada. Ni siquiera, el mandato ancestral de la fidelidad.
Entiendo que no hay que tratar con rudeza a ninguna mujer, sino con exquisita cortesía.
Así ellas no estén acostumbradas a que cuando se les invita a cenar, se les ayuda a sentarse y se les arrima la silla.
Por supuesto, muchas toman esa gentileza como un signo de debilidad.
Insisto, así les va. Tal como el compacto grupo que este humilde escriba supo tener que conforman una cantidad surtida de ex-novias.
Todas exigiendo sus derechos a los hombres... y todas durmiendo solas cada noche.
No acepten nunca que una mujer los maltrate, ni que les falte el respeto, generalmente, con sus dichos y maledicencias.
Son especialistas en hablar y decir barbaridades, saben que los hombres no quieren entrar en conflictos a la hora de discutir con una mujer.
Así que, si la fémina de turno se pone en pelotuda, dedica mas tiempo a su teléfono celular que a su pareja... es tiempo de un cambio.
Sobre todo, de un cambio de novia.
Saludos!